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EL VELO Y EL MATRIMONIO

EL VELO EN LA MUJER CRISTIANA

 

1 Corintios 11: 2-16

 

En cuanto al mandato de 1ª Co. 11:3-15 de cubrirse la cabeza por parte de las mujeres cristianas evangélicas, la polémica sobre su práctica no empezó en nuestro siglo, sino que era común ya en la época del apóstol Pablo. El uso del velo o cubierta en la cabeza de la mujer ha sido una doctrina controversial en todas las épocas de la Iglesia. La Escritura hace referencia a cubrirse la cabeza, no al velo tradicional judío que cubría el rostro, cabello, cuello y hombros femeninos, dejando sólo los ojos al descubierto. Tampoco se refiere al velo con el que se cubrían los varones judíos, el cual sólo cubría la cabeza y es llamado talit y era un chal ritual; es decir, se usaba en momentos de culto o al entrar en lugares muy especiales para los judíos como sinagogas, cementerios o reuniones de culto especial. Esto derivó posteriormente en la tradicional kipá que portan actualmente los religiosos judíos en todo momento, y puede ser cualquier cubierta como gorro, sombrero, etc. A últimas fechas se ha aceptado su uso en las mujeres judías. Es de la mayor importancia no confundir el velo que tienen puesto los judíos (2ª Co. 3:13-16), con la cubierta que debe usar la mujer cristiana, ya que no tienen absolutamente ninguna relación. En cuanto al cabello, tampoco es cierto que le es dado por velo permanente. Y todo lo anterior absolutamente nada tiene que ver con la sharia o velo islámico ni con su doctrina.

 

Que la mujer se cubra la cabeza es una doctrina revelada y establecida para la Iglesia. A pesar de la poca o nula importancia que las congregaciones cristianas le han dado a la cubierta de la cabeza de la mujer, la Escritura lo registra como una práctica común en las congregaciones de la Iglesia temprana. La historia de la Iglesia primitiva da testimonio de que las mujeres cristianas de entonces cubrían su cabeza. Tertuliano, un líder de la Iglesia en los primeros tiempos, quien vivió entre los años 160–222 d.C. escribe que “no sólo las mujeres casadas, sino también las doncellas se cubrían la cabeza en las congregaciones que estaban establecidas”. Crisóstomo también testifica que en su época todas las mujeres se cubrían la cabeza. En las catacumbas romanas (pasillos y cuartos subterráneos donde se ocultaban los cristianos durante tiempos de persecución) se pueden ver gráficos en las paredes hechos por cristianos de los primeros siglos, y en tales gráficos se representa a las mujeres con la cabeza cubierta con un velo. El de la izquierda está en el cubículo de la Velatio en las catacumbas de Priscila en Roma. Se le llama La Orante.

 

No sólo en los primeros siglos, sino a través de la historia muchas iglesias han enseñado y practicado que la mujer debe cubrirse. Pero en estos tiempos modernos casi todas las iglesias han desechado este mandamiento junto con muchas otras enseñanzas bíblicas.

¿Ha cambiado Dios su palabra? ¿Acaso tienen razón los que no practican este mandamiento bíblico en sus congregaciones?

 

El orden de autoridad

 

Dios ama el orden. Por esto ha establecido el orden que debemos seguir en la iglesia. Cuando nosotros nos salimos de este orden nos rebelamos contra él. A partir de ese momento Dios nos quita el derecho de llamarnos cristianos.

 

Recuerde que 1 Corintios 11 trata con el orden de autoridad en la iglesia. Cristo, como cabeza de la iglesia, es cabeza de todos los miembros, tanto del varón como de la mujer. Vea Gálatas 3.28

 

Pero en cuanto a la administración en la iglesia, Cristo la dirige por medio de los varones llenos del Espíritu Santo. Por esta razón en 1 Corintios 11.3 se habla del orden administrativo. En la administración de la iglesia la mujer cristiana se sujeta al hombre. Ella debe obedecer a los pastores y sujetarse a la voz de todos los hombres en la iglesia. Esta sujeción no significa una sujeción de esclavitud ni de explotación. Tampoco indica que la mujer es de menos importancia que el varón. Esto se relaciona solamente con la función administrativa de la mujer dentro de la iglesia y no tiene que ver con su valor e importancia dentro de la congregación.

 

La mujer cristiana sí tiene un ministerio que cumplir. Ella también tiene dones espirituales que ejercer en el reino de Dios. En la iglesia primitiva vemos que muchas mujeres ejercían sus dones ayudando grandemente en la obra. Pero siempre lo hacían según este orden bíblico, no participando en la administración de la iglesia. Las mujeres no ejercían autoridad sobre los hombres.

 

Aunque Dios ha puesto una distinción clara entre el hombre y la mujer, los dos se necesitan el uno al otro. Los versículos 11–12 ilustran perfectamente esta interdependencia. La primera mujer fue creada de una costilla del primer hombre. Pero ahora cada hombre nace de una mujer. El hombre y la mujer dependen el uno del otro. Las mujeres necesitan de los hombres en cuanto a sus cualidades de fuerza y liderazgo. Los hombres necesitan de las mujeres a causa de su gentileza y virtud. Sin embargo, como dice la última frase del versículo 12, "todo procede de Dios". ¡Qué ilustración más perfecta de armonía e intercambio!

 

El símbolo de autoridad

 

Habiendo enseñado el orden de autoridad en la iglesia cristiana el apóstol Pablo prosigue a enseñar con el uso de un símbolo para representar este orden. En el Nuevo Testamento Dios ha establecido varios símbolos que tienen significados espirituales, tales como el bautismo y la santa cena. Cada uno simboliza una parte de la vida cristiana. Estos símbolos no tienen valor al menos que vayan acompañados de la experiencia espiritual que simbolizan.

 

En las funciones espirituales de orar (comunicarse con Dios) y profetizar (comunicarse con las personas acerca de Dios), el varón no debe cubrirse la cabeza. Cristo, siendo la cabeza (o autoridad) del hombre, es invisible. La cabeza descubierta del hombre simboliza la autoridad que Dios le ha dado sobre todas las cosas visibles. Cuando el hombre ejerce esta autoridad de forma apropiada glorifica al Creador. De esta manera su cabeza descubierta refleja la gloria de Cristo.

 

Si el hombre cristiano se cubre su cabeza con algún cubrimiento que tenga una apariencia religiosa entonces estaría declarando que él no desea ejercer la autoridad dada por Dios. De esa manera él estaría afrentando (deshonrando) a Cristo. La cabeza descubierta y el cabello bien cortado declaran que el hombre cristiano es varonil y que está dispuesto a aceptar sus responsabilidades en la iglesia.

 

La mujer que ora y profetiza debe reconocer la autoridad del hombre al cubrirse la cabeza con un velo. Dios formó a la mujer del hombre y para el hombre. Cuando la mujer cubre su cabeza muestra que se sujeta al hombre y que está en armonía con el plan de Dios para ella. Esto le da a ella autoridad para orar y profetizar. Pero como ya hemos visto, su derecho de profetizar no incluye enseñar a los hombres ni ejercer autoridad en la congregación (1 Timoteo 2.11–12; 1 Corintios 14.34–35).

 

La mujer cristiana que se quita o no se pone el velo como cubrimiento cristiano y mandamiento de Dios declara abiertamente que no quiere sujetarse a su cabeza (el hombre) ni aceptar el plan de Dios para ella. Ella demuestra que desea ejercer dominio sobre el hombre y de esta manera rechaza el lugar que Dios le ha dado. Lo cierto es que esto constituye una rebelión contra Dios, porque Dios es quien le ha dado al hombre la autoridad sobre ella. Es por ello que para la mujer rebelde que no quiera arrepentirse le corresponde completar su vergüenza, cortándose el cabello o rapándose completamente.

 

Tres evidencias para el velo como cubrimiento cristiano

 

1. La evidencia de la creación (vv. 8–9). La enseñanza de este mandamiento bíblico tiene sus raíces desde el mismo acto de la creación. Dios creó al hombre y a la mujer con propósitos distintos, para que cumplieran papeles distintos. Por esto creó a Adán primero y le encargó que tuviera señorío sobre toda la creación. Luego dijo Dios: "Le haré ayuda idónea para él" (Génesis 2.18). Entonces Dios tomó una de las costillas del hombre y con ella creó a la mujer. "Por lo cual", dice la Biblia, "la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza" (1 Corintios 11.10).

¡Qué vergonzoso es cuando esta distinción entre el hombre y la mujer se confunde! Hoy en día muchas mujeres se visten como los hombres, no se cubren, y se cortan el cabello. Muchas de ellas tienen las mismas responsabilidades que los hombres en el hogar, el trabajo, la política, y la sociedad. De la misma manera existen hombres que, debido a la moda y a la flaqueza de su carácter, se dejan crecer el cabello y se embellecen usando ropa, joyas, y perfumes que sugieren un toque femenino. Muchos de estos hombres no ejecutan sus responsabilidades de ser líderes en lo moral y lo espiritual. Tales hombres afrentan (o deshonran) a Dios, el Creador.

2. La evidencia de los ángeles (v. 10). Aun estos seres creados por Dios para cuidar y servir a sus hijos toman en cuenta la sujeción de la mujer cristiana. Ellos mismos se sujetan a Dios. De otra manera, perderían su lugar en el cielo. Los ángeles de Dios se complacen en la sujeción gozosa de la mujer cristiana, que se manifiesta por medio de su obediencia al cubrirse con un velo. Cuando la mujer lleva esta señal de autoridad, goza de la presencia y la protección de los ángeles.

3. La evidencia de la naturaleza (vv. 13–15). De acuerdo a la importancia de esta evidencia nosotros podemos ver la necesidad del velo. Apelando a la conciencia del lector, el apóstol Pablo hace esta pregunta: "¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?" Por supuesto que no. Aquí en estos versículos se nos instruye que la naturaleza misma nos enseña que Dios le ha dado a la mujer un cubrimiento natural y honroso, su cabello largo. Y al hombre le ha hecho saber que su cabello tiene que cortarse porque el cabello largo le es deshonroso. Destruye su masculinidad y autoridad.

Entonces, ¿qué más se necesita para convencer a toda mujer cristiana que es necesario usar el velo como un cubrimiento? La creación lo apoya, los ángeles lo aprueban, y la naturaleza lo enseña. ¿Qué más se necesita?

 

Crisóstomo (344–407 d.c.) ¿Qué hará la mujer cristiana si descuidara esta ordenanza? ¿Callará la oración espontánea de agradecimiento? ¿Se enfrentará a la tentación sin el arma de la oración? ¿Dejará de cumplir con su Señor, privando a un alma necesitada de un testimonio? ¿Desafiará al Señor y menospreciará su mandato, orando y testificando sin el velo? ¿Deshonrará a su Señor o usará el velo durante todo el día para así encontrarse todo el tiempo en comunión con su Dios, dispuesta para testificar?

 

Tertuliano (160–222 d.c.) Pero amonestamos a las mujeres que no dejen esta disciplina del velo ni por un momento, ni siquiera por una hora.

Además, el velo debe llevarse todo el tiempo por causa de los ángeles. La mujer cristiana necesita de su presencia y protección continuamente; no sabe en qué momento se acercará cualquier peligro o amenaza.

 

EL MATRIMONIO

 

El matrimonio es una institución divina que tiene como finalidad brindar una ayuda a los cónyuges. Permitir la satisfacción del instinto sexual de manera responsable y santa, además de compartir la vida en amor con la compañera,

 

Gn. 2.18  1 Co. 7:2-5, 9

 

Y posibilitar la multiplicación adecuada de la raza.

 

Gn. 1.28

 

El matrimonio se da entre un hombre y una mujer y la voluntad expresa de Dios es que nadie debe tener más de un cónyuge al mismo tiempo

 

1 Ti. 3:2

 

Puesto que las autoridades civiles han sido instituidas por Dios.

 

Ro. 14.1

 

El matrimonio se hace efectivo a través del acto legal llamado Matrimonio Civil, el cual es sancionado por Dios y valedero para la Iglesia. Los ministros del evangelio no pueden realizar matrimonios, pues tal potestad no les es otorgada ni por la Palabra de Dios ni por las leyes civiles. De manera, que los efectos de cualquier ceremonia religiosa van más allá que el de ofrecer una oración a favor de los casados y presentarlos como tales ante la congregación.

 

Todo cristiano es libre de casarse con quién sea capaz de dar su consentimiento con juicio, y teniendo en cuenta los mandamientos expresados por Dios en su Palabra con respecto al tema. Estos mandamientos son: Que el creyente tan sólo puede casarse con otra persona creyente

 

1 Co. 7:39; 2 Co. 6:14

 

Y que el matrimonio no puede contraerse dentro de los grados de consanguinidad o afinidad señalados por las Escrituras.

 

Lv. 18

 

El matrimonio se contrae para toda la vida y únicamente puede ser disuelto por estas razones:

 

Muerte: Cuando uno de los cónyuges muere el que sobrevive queda libre del lazo del matrimonio.

 

Ro. 7:2

 

Y puede contraer un nuevo matrimonio si así lo desea

 

1 Co. 7:39; 1 Ti. 5:14

 

Infidelidad: En caso de fornicación o de adulterio después del matrimonio, la parte ofendida debe procurar la restauración de su cónyuge otorgándole perdón completo cuando así lo solicite a fin de preservar la unión matrimonial y cumplir con la ley de Cristo. Pero, si el ofensor persiste con obstinación en infidelidad que no pueda ser remediada por el cónyuge ni por la intervención de los ministros del evangelio, la parte inocente puede promover su divorcio, y después de éste, puede casarse, si lo desea, con otra persona como si la parte ofensora hubiera muerto.

 

Mt. 5:32; 19:9

 

Cuando un matrimonio se divide a causa de que uno de los cónyuges se convierte al evangelio de Cristo y el incrédulo le abandona por su nueva fe, se puede admitir una separación de esposos

 

1 Co. 7:15

 

Pero, en este último caso no hay lugar a un nuevo matrimonio, a menos que el cónyuge incrédulo incurra más tarde también en el pecado de infidelidad, con lo cual, el caso pasaría a considerarse adulterio.

Derechos Reservados - Mires Con La Palabra Viva - Trujillo - Peru - 2012

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